Realmente cualquier momento del año puede ser bueno para recapacitar sobre nuestras finanzas personales y, dentro de ello, poner especial acento en los gastos financieros. El exceso de gasto en productos financieros es mucho más habitual de lo que pueda parecer a primera vista y suele llegar precedido de malas prácticas financieras en la economía doméstica.
Lo anterior no es algo que nos tenga que pillar por sorpresa, nuestro país tiene un nivel medio de cultura financiera por debajo de los países a la cabeza de la Unión Europea, y aunque vamos avanzando en este tema, seguimos prestando poca atención en general algo tan fundamental como son nuestros propios productos financieros y el impacto que tienen en nuestra economía a partir de cuestiones como el gasto.
Efectivo o tarjeta
En primer lugar debemos comprobar nuestro nivel proporcional de pagos en efectivo. Probablemente el primer impulso hacia esto, en aquellas personas que utilizan habitualmente la tarjeta de crédito, sea de rechazo al engorro que puede suponer manejar efectivo, y, en el caso de las tarjetas sin comisión sobre pago, considerar que el ahorro ya está implícito en la operación. Pero también podemos mirarlo de otra manera; la no percepción visual, el hecho de no manipular el dinero físicamente, genera una falsa sensación de seguridad y por tanto un menor control sobre el gasto, no es lo mismo disponer de 100 € en la cartera y salir de compras que disponer de 100 € en la tarjeta y salir de compras, con toda probabilidad en el primero de los casos vamos a pensar más en el conjunto de gastos y a dudar sobre quedarnos sin dinero en la cartera, es una acción refleja, por probar no se pierde nada y sin embargo se puede ganar, efectivamente.
Reducir productos
Si no lo ha hecho ya es obligatorio realizar una revisión sobre el número de cuentas bancarias y tarjetas de crédito y débito que posee. En muchas ocasiones se han mantenido un número de cuentas similar a los que se mantenían en épocas de bonanza económica, esto es un error no sólo desde la perspectiva de los gastos y comisiones que pueden derivarse, sino también desde la dispersión y la falta de control en caso de uso, por ello la mejor recomendación es agrupar los productos y quedarnos con los verdaderamente imprescindibles, que a ser posible deben coincidir con los más baratos en cuanto a gastos y comisiones.
Revisar nuestros productos
Tenemos una tendencia innata a desechar de manera casi automática lecturas como las informaciones bancarias o las letras pequeñas de determinados contratos de compra-venta o servicios, fundamentalmente en estos últimos.
En los tiempos que corren manejar el máximo de información sobre nuestros propios productos financieros y por supuesto, sobre las operaciones, compras o servicios que demandamos, resulta fundamental a la hora de planificar su repercusión sobre nuestros gastos corrientes. Esto por supuesto no sólo es aplicable a los productos bancarios, sino extensible a todo tipo de contrato de servicios.
Por tanto, una buena revisión de nuestros contratos de productos financieros, sobre todo si no se ha hecho anteriormente, es más que probable que arroje alguna sorpresa, alguna comisión no esperada o algún gasto ignorado/olvidado que por supuesto, debemos eliminar.
Negociar con el banco
No podemos negar la evidencia; existe un resquemor generalizado en el usuario medio, casi atávico podríamos decir, a sentarse en una entidad bancaria a negociar nada. Sin embargo esto también es un error, y, también, por otro lado, puede ser una acción que contribuya al ahorro en nuestros gastos bancarios.
Si usted es un buen/medio cliente la entidad no va a querer perderle, más aún, incluso si usted es un regular/mal cliente la entidad puede no querer perderle, y, todas las entidades tienen capacidad negociadora sobre todas sus comisiones y gastos repercutidos. Si a estas dos cuestiones le unimos el punto anterior, recuerde, la información es su amiga, resulta que un usuario medio bien informado tanto de sus propios productos como de las ofertas de mercado que los superan y mejoran, puede llegar, efectivamente, a obtener buenos resultados en una negociación con su entidad financiera habitual. Y si no, por supuesto, también puede buscar otra que le ofrezca lo que busca.
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