El dinero sí nos da la felicidad o al menos esto es lo que se desprende del estudio y encuesta realizado por Pew Research Center. Se trata de una cuestión peliaguda básicamente por esa discusión tan antigua sobre el aporte de felicidad que el dinero ofrece, ya saben: unos dicen que sí da la felicidad, otros que no y otros a veces una cosa y a veces la otra…
El estudio, que independientemente de lo que creamos con respecto a la felicidad y el dinero aporta datos muy concisos, se basa en una encuesta en la cual las economías más desarrolladas acaban ocupando los puestos de cabeza dentro de la lista de países con mayor grado de satisfacción; los ciudadanos de los países que más tienen son los más satisfechos y felices.
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Felicidad y posesiones de la mano
Este estudio nos ofrece datos verdaderamente interesantes sobre los que no sólo merece la pena detenerse, probablemente también reflexionar. Es sintomático como la percepción de la felicidad va a aumentar según la cantidad de los bienes que se posean: un apartado muy interesante es aquel en el que se compara a dos personas con los mismos ingresos, situación en la cual se declara más feliz la que más artículos posee. Sin embargo, debemos colocar un matiz interesante; podríamos pensar que la persona más feliz por tener más bienes lo sería por acumular cuestiones a las que adjudicamos un valor importante como las joyas, las viviendas u objetos de alta calidad, sin embargo son los objetos cotidianos también, e incluso en mayor medida, los que ayudan a determinar ese grado superior de felicidad entre dos personas de idénticos ingresos, objetos como los electrodomésticos, los dispositivos tecnológicos, los televisores…
Economía y felicidad
La relación directa entre la bonanza económica de los países y el grado de satisfacción de los ciudadanos es innegable. La economía de los países es responsable de manera directa en la percepción de felicidad en el ámbito individual.
Si tomamos países a la cabeza de los economías mundiales vemos como, siempre según el informe, a pesar de los años de recesión en torno al 60% de ciudadanos alemanes, británicos o estadounidenses (entre otros) puntúan su felicidad con un siete dentro de una escala de 10. Esto, por ejemplo, contrasta vivamente con lo que ocurre con países donde la crisis o las circunstancias sociopolíticas han golpeado duramente, por ejemplo, Egipto o Jordania donde más del 20% de los ciudadanos valora en la misma escala del 1 al 10 su felicidad por debajo del 3, con el agravante añadido de no percibir un futuro mejor a plazo corto o medio.
En el medio de estos extremos se encuentra la apisonadora de los países emergentes, un modelo de país que viene acercándose cada vez más a todos los niveles a los países desarrollados en lo que a ingresos y generación de clases medias se refiere, aunque con esos matices tan profundos que estos países aún presentan. Un ejemplo muy evidente de todo esto lo encontramos en Asia, donde países como China o Indonesia muestran un crecimiento considerable en el grado de felicidad de sus ciudadanos en relación tan sólo hace un lustro. El contraste en cualquier caso, como indicábamos, se basa en matices profundos y complejos, a pesar de una percepción generalizada de avance en estos países, sólo el 34% de los ciudadanos ha mejorado su nivel de vida en los apartados de economía y felicidad, una cantidad que sirve para impulsar los ranking pero que no oculta como prácticamente el 70% del global de los ciudadanos de estos países no manifiestan el mismo nivel de progreso.
¿Y en España?
Teóricamente nuestro país se encuentra dentro del grupo de las economías avanzadas donde más nivel de satisfacción y felicidad existe. Decimos teóricamente porque según la encuesta seríamos el país dentro de las economías avanzadas que más ha retrocedido en ambos aspectos, a falta de los datos de Grecia que no se encuentran incluidos dentro de este estudio.
Los datos presentan a una España en la que los niveles de satisfacción al retrocedido 12 puntos con respecto al año que se considera punto de arranque de la crisis 2007. En aquel año el grado de satisfacción se pontificaba el 66% de los ciudadanos en la actualidad se sitúa en el 54%.
¿Pero da o no da la felicidad?
Según los grandes números la relación entre felicidad y dinero es evidente, a mayor nivel de abundancia y países con mejores economías mayores niveles de satisfacción. Colocado todo esto en el plano individual realmente la cosa puede ser más discutible. En el mismo informe encontramos como lo más importante en la vida para el conjunto de ciudadanos de todos los países es la salud, con un 68%, la segunda preocupación o motivo de valoración como muy importantes la educación de los hijos con el 65% y la seguridad con el 64%.
Las teorías que suscriben que a partir de una cantidad de ingresos determinada todo lo demás es superfluo y resta más que suma felicidad se extienden cada vez en mayor medida, adoptando fórmulas como la frugalidad en la que lo que se trata es de ganar tiempo personal por encima de ganar dinero que resta precisamente tiempo a las experiencias propias. Es uno de esos debates en los que, en este plano, en el individual, va a resultar muy difícil ponernos a todos de acuerdo, va a depender de donde situamos realmente cada uno el techo de lo que consideramos suficiente.
Por lo demás,en el ámbito general parece que las encuestas siempre nos dicen lo mismo: efectivamente el dinero si da la felicidad a nivel colectivo.
Tristemente asi es. No es que el dinero de la felicidad. Es que hacer cosas, divertirse, vivir cuesta dinero si no quieres entrar en la monotonia. Por lo tanto, si. El dinero bien aprovechado da la felicidad.
De verdad hace falta un estudio para esto…él dinero en si no da la felicidad, pero si ayuda, siempre y cuando la persona lo utilice para cosas que la hacen feliz, uno será para comprarse un cochazo, otros ayudar a un familiar en apuros, lo que es innegable es que el dinero afecta directamente al grado de felicidad.