Con el turbulento ritmo de recuperación de la economía española, a pocos se les escapan los motivos por los que el recurso a la financiación externa inmediata y online ha recibido un espaldarazo sin precedentes. A las durísimas condiciones de solvencia que exigen las entidades de la banca tradicional se suma un cambio en el paradigma de los hábitos de consumo por el que muchas familias y empresas se encuentran endeudadas de manera intermitente y en cantidades que no necesariamente tienen que ver con los pagos de la hipoteca o de otros créditos de gran cuantía. La proliferación de modelos de consumo basados en el pago fraccionado de bienes y servicios es sin duda una gran responsable de esta transformación. Como consecuencia de la misma, muchas familias o autónomos se encuentran en algún momento ante el apuro puntual de afrontar un impago (o lo que antes llamaríamos una “letra”) de algún producto o servicio en base a un contrato que no queremos que nos rescindan. De hecho, la consecuencia más negativa en estos casos es que a veces no se trata tanto de la cuantía en sí, sino de que un impago puede acabar con nuestros nombres registrados en una lista de morosos, por lo que nuestras posibilidades de pedir en el futuro algún tipo de financiación externa de importancia queda prácticamente cercenado.
Así pues, entre las formas de financiación más populares que permiten a los ciudadanos sortear (no sin costes) la intermediación con los bancos, hay que distinguir entre personas físicas y personas jurídicas. Para estas últimas, el Estado español tiene abiertas líneas de crédito que tratan de facilitar el acceso de las empresas a activos financieros que les servirán para la expansión y buena marcha de su actividad económica. Ahora bien, estas líneas están obviamente restringidas a un cierto tipo de actores e implican una actividad burocrática importante. Además de estos, algunas empresas optan por acceder a becas y concursos en los que una cierta financiación se pone a disposición de quien sea capaz de elaborar un proyecto competitivo que cumpla con determinados objetivos del actor que ha puesto la financiación al servicio de los mismos. Por último, para los usuarios individuales cuyas deudas están más vinculadas a un pequeño pago puntual, la financiación inmediata online ha proliferado como nunca en los últimos años.
Sin duda, lo que atrae a muchos ciudadanos hacia estas opciones es que lo habitual es que los requisitos exigidos por las entidades crediticias son mínimos y el dinero llega de forma inmediata. A cambio, sin embargo, es importante tener en cuenta que los tipos de intereses y comisiones a solventar serán más altos en este último caso. Además, las comisiones por impagos o retraso en el abono de las cuotas también puede implicar consecuencias negativas en términos de costes. Por este motivo, es imprescindible seguir varios consejos, como informarse bien de lo que dice el portal financiero de la CMNV y reportan otros blogs sobre las condiciones de cada préstamo para evitar posteriores sustos, tener siempre extremo cuidado con lo que se firma y con los consentimientos que implica un simple clic en el apartado de “términos y condiciones”, o estar especialmente atento a los costes adicionales que puede generar potencialmente la impuntualidad en los pagos o el impago de dicho préstamo.