Seis y media de la mañana. Apuro mi café en un atestado bar frente a la estación de Sants, un poco antes de emprender mi viaje hasta Donosti. El bar, a pesar de lo temprano de la hora o quizás por ello, es un perfecto ejemplo de la diversidad social y humana. Hay hombres y mujeres de color, los hay también orientales y latinos, y luego estamos nosotros los caucásicos y mediterráneos. Los hay que acaban de levantarse, y los hay que todavía no se han acostado ni piensan hacerlo, como delatan las cervezas frías encima de la mesa.
A pesar de estar absorvido por mis pensamientos, objeto de este post, me doy cuenta que a mi izquierda, mi compañero de barra es un hombre grueso, con cara de sorpresa y de bonachón, que no deja de mirar a todos lados en busca de conversación. A diferencia del resto, se le nota sumamente despierto. De repente, uno de los camareros, incauto, ha abandonado la seguridad que le ofrecía la barra para acercarse a limpiar una mesa que acaba de quedar vacía. El hombre grueso aprovecha al ver indefensa a su víctima y ataca. Le pregunta en un clarísimo acento argentino: «Oiga, vos sos hindú, verdad?». Evidentemente el camarero no puede negarlo, sus rasgos lo delatan. Asiente, con un gesto de su cabeza. El cazador, el hombre grueso argentino ya tiene preparado el ataque definitivo: «Entonces, vos podrás explicarme en qué consiste el sistema de castas?»
No puedo creer lo que acabo de escuchar, el café ha salido volando desde mis labios al intentar expulsar no sé si una carcajada o un grito. Tengo que coger una servilleta de papel y limpiar la barra mientras reprimo una enorme sonrisa. Normal, me digo. Es argentino. Lo ha conseguido. Y enlazando con mis pensamientos anteriores a que se produjese la conversación, me digo a mí mismo que esto es lo que yo llamo un «atraco a las tres«, en recuerdo de aquella maravillosa película del cine español.
Recupero de nuevo mis pensamientos anteriores, recordando la similitud que existe entre el argumento de aquella divertida y deliciosa película de los años 60 y los atracos que se producen en nuestro sistema financiero. El asunto Terra, ¿lo recuerdan?, es uno de esos casos que yo llamo «atraco a las tres». El paralelismo es evidente. Miles de pequeños inversionistas y ahorradores, en su mayoría trabajadores y asalariados (los bancarios de la película) que desean acceder a una vida más desahogada, cómoda y lujosa, invierten sus pocos ahorros en unas acciones que contra toda lógica no dejan de subir. Aplicando la teoría del más tonto, están seguros de que siempre habrá un tonto mayor que compre más arriba. Hasta que un día, cuando quieres vender, te das cuenta de que ya no puedes, de que es mejor esperar, de que la cotización volverá a girar al alza. El atraco se consuma, pero has sido tú la víctima.
Recordaba ésto pensando en que, quizás y sólo quizás, estos dias estemos asistiendo a un nuevo «atraco a las tres», con muchas coincidencias en el guión. Una matriz que decide sacar a bolsa a su filial, un gran número de miles de pequeños ahorradores atraídos por el calor de las ganancias prometidas, y a los tres años una exclusión de bolsa con una remuneración a los accionistas muy inferior al precio de salida inicial. Estoy hablando de Iberdrola y su filial Iberdrola Renovables. A falta de más información me quedo con estas lineas generales y con la sensación de que, una vez más, el pequeño accionista de nuevo está siendo maltratado.
Quizás me esté equivocando..¿Qué opinan ustedes?