La premisa número uno de los bancos se centra en cobrar lo prestado a sus clientes. Sin embargo, ahora sucede lo inverso, los Estados le deben prestar dinero a quienes lo han administrado de manera pésima, y para peor, con conciencia de ello.
A diario, la mayoría de la población se cuestiona el porqué de estas medidas, recordando que si un ciudadano común necesita un préstamo personal o un crédito hipotecario, el Gobierno no se lo da, y si no está en condiciones de devolverlo, un banco, menos.
Sin embargo, estas «prestigiosas» instituciones financieras, que ahora reciben miles de millones de dólares para tapar sus irresponsabilidades, han cruzado el mostrador, y ahora tienen la soga al cuello, aunque seguro caerán bien parados. Ellos ganan siempre, y cuando perdemos, lo hacemos todos.
Según The Wall Street Journal, los grandes bancos estadounidenses que se acogieron al plan de rescate diseñado por el Tesoro de los EEUU, deben unos 40.000 millones de dólares a sus ejecutivos en concepto de salarios y pensiones diferidas, y en algunos casos, hasta supera el monto de las pensiones que le deben a toda la plantilla.
Ante esta situación, la Fiscalía de Nueva York exigió a los primeros nueve bancos en recibir estas inyecciones del Estado, por un total de 125.000 millones de dólares, que divulgaran los montos destinados al pago de sus ejecutivos este año en salarios y bonos.
En su mayoría, esa deuda está vinculada a pensiones especiales para ejecutivos y sistemas de remuneración diferida, incluyendo bonificaciones, de años previos que incluyen a instituciones como Goldman Sachs, J.P. Morgan Chase, Morgan Stanley, Citigroup.
Pero lo más grave, es que quienes cobrarán estas cifras exorbitantes son los máximos responsables de las decisiones que terminaron desencadenando una crisis sin precedentes.
Entonces, la conclusión a la que llegamos es que no sólo defraudaron a sus clientes, inversores y al mismísimo Estado, que para peor los ayuda, sino que les pagarán por estas acciones.
Una vez más, somos testigos de una defraudación a las ilusiones con el aval de las autoridades públicas que han dejado que estos entidades financieras realicen maniobras «riesgosas» sin ser cuestionadas, hasta que la bomba explotó.
Ahora todos pagaremos la fiesta de unos pocos, y se cumplirá una frase tan vieja como verdadera. Los bancos son capitalistas en las ganancias, pero socialistas en las pérdidas.