Según publica el Banco de España, las entidades financieras deniegan hasta un 70% de solicitudes de préstamos de empresas. Tan solo las administraciones públicas, que han aumentado un 52% sus necesidades financieras, acceden hoy mejor que nunca a la financiación bancaria.
Son algunas de las conclusiones recogidas en el informe de Estabilidad Financiera que el Banco de España ha hecho público correspondiente al mes de mayo de este año. Entre otros datos interesantes, destaca el hecho de que este porcentaje es aún menor entre las empresas nacionalizadas. Bankia, CatalunyaCaixa y Novagalicia conceden tan sólo el 20% de la solicitudes de crédito procedentes de empresas.
Aclarar que estas cifras se refieren a las entidades privadas no financieras, es decir, fundamentalmente pequeñas y medianas empresas. Para los hogares, los resultados del informe tampoco resultan mucho más halagüeños: de nuevo e invariablemente desde el inicio de la crisis, el crédito a las economías domésticas se ha reducido un 4,9% desde el año pasado.
No hay dinero, no hay crecimiento
La ausencia del crédito es uno de los escollos fundamentales en la recuperación de la economía española, problema que no parece haberse visto resuelto pese a los 600.000 millones de euros públicos inyectados a la banca. Las entidades reciben el dinero, y no lo sueltan. La desconfianza y el alto índice de morosidad provocan que prefieran mantener esos valiosos fondos dentro de casa para asegurarse la liquidez, que nunca se sabe cuando las cosas se van a torcer (más).
Ni tan siquiera las entidades nacionalizadas aflojan el pulso, pese a que el haber sido rescatadas con el dinero de todos los contribuyentes debería garantizar que esa situación de privilegio revierta a la sociedad en forma de crédito. No ha sido el caso. Hemos salvado a los bancos para engrosar sur arcas deficitarias.
Única deshonrosa excepción, el sector público, que ha aumentado un 52% sus necesidades financieras y no encuentra problema alguno a la hora de endeudarse con la banca privada. Los bancos no son tontos y no tienen problema en abrir el grifo a los mismos que ya en el pasado y en el (hipotético) futuro tendrán que decidir el número de ceros destinados a recapitalizar sus caudales.
Como una pescadilla que se muerde la cola, el Estado rescata a los bancos y los bancos se encargan de financiar al Estado; mientras el resto de la sociedad observa impasible preguntándose no hubiera sido mejor (por enésima vez) si no hubiese sido mejor dejar quebrar a ciertas entidades financieras, ya puestos.