La relación entre usuario y entidad bancaria ha pasado, lógicamente, por diversos modelos a lo largo del tiempo, sin embargo, si tuviéramos que acercarnos a los últimos 20 años en nuestro país encontraríamos los modelos claramente definidos; el modelo férreo de vinculación o un modelo más abierto y proclive al movimiento del usuario entre diferentes entidades.
Ambos modelos no han coexistido más que en pequeños periodos de transiciones, al menos en la vocación de oferta de la banca, a comienzos de la década de los 90 del pasado siglo seguía vigente esa especie de relación con el banco de toda la vida, que evolucionó posteriormente hacia una guerra por el cliente que potenciaba los movimientos de productos y usuarios entre entidades, hasta llegar hoy en día a una especie de zona neutral en la que, sin embargo, vuelve a potenciarse y mucho la vinculación con la entidad.
Si antaño la fidelidad del usuario con entidad bancaria se entendía prácticamente como un compromiso adquirido sin excesivas contrapartidas, a lo que añadir que el cambio de productos entre entidades era como poco difícil, hoy por hoy la vinculación se plantea más por la vía del beneficio al usuario, otro camino para llegar al mismo puerto; agilizar al máximo al cliente.
Dependiendo del perfil de usuario es evidente que la vinculación no tiene porqué resultar negativa; hoy por hoy en la mayoría de entidades a partir de la simple contratación de un producto como una Cuenta Nomina, el cliente va a encontrar un despliegue de ofertas añadidas en paralelo a las que acceder de manera preferencial así como, en función de la vinculación, un volumen de servicios mejorados que obviamente resultan atractivos.
Cuestiones como la ausencia de comisiones en las cuentas y tarjetas, el acceso preferencial a productos de financiación hipotecaria, la posibilidad de créditos preconcedidos o adelantos de nómina, son parte de esas ventajas que va a proporcionar la fidelidad a una entidad.
En el punto opuesto, lógicamente, la vinculación suele exigir un nivel alto de permanencia en los productos contratados, lo que bloqueará el acceso inicial (en muchos casos con penalización por medio) a otras ofertas o productos mejorados que pudieran aparecer en el mercado.
¿Y entonces cambiar de banco es una buena opción?
Demos la vuelta a la posible respuesta y digamos que, dependiendo de las situaciones puede resultar una opción no mala. Un usuario que a fecha de hoy haya hecho uso en exceso de las bonificaciones otorgadas en las ofertas gancho de las entidades, probablemente no vaya a resultar el mejor perfil para un cambio de entidad bancaria general.
A la hora de tomar esta determinación es vital el hecho de conocer de antemano las posibles penalizaciones a todos los productos contratados y sobre todas las bonificaciones obtenidas.
En general hoy por hoy y salvo contadas excepciones en productos concretos como los préstamos hipotecarios, la diferencia entre ofertas en las entidades bancarias nacionales no es muy elevada, por ello, probablemente la opción de cambio general de una entidad a otra que todos nuestros productos va a tener más que ver con el servicio y la funcionalidad que con el propio desarrollo y vida de los productos contratados