Aunque parezca algo imposible, y más actualmente, existe la posibilidad de eliminar o remodelar las deudas con el acreedor. Se trata de un procedimiento de carácter extrajudicial llamado Ley de la Segunda Oportunidad. Y que, en definitiva, nos permite humanizar un poco más el trato entre personas y permitirnos encarar la situación con mayor expectativa.
Contra el caos, estabilidad
Especialmente en momentos como el actual, donde el azote de la pandemia ha llevado nuestra economía y muchos negocios demasiado cerca del abismo, cualquier segunda oportunidad para reestablecer el orden es más que bienvenida. La paralización de gran parte del mercado y el consecuente receso económico han puesto a los trabajadores, y sobre todo a los autónomos, contra las cuerdas. Sin embargo, existen vías para, en este y muchos otros casos, poder salir de dicha situación. Además, amparadas por la ley y con el objetivo de darnos una nueva oportunidad para enmendar las cosas a pesar de cuán incierto puedan parecer nuestros horizontes.
Tanto a causa de las circunstancias actuales, como de cualquier otra, las deudas son un gran infortunio para la vida de muchos individuos. Aunque contraer una deuda ya lleve implícito el deber de devolver cierta cuantía, a menudo la situación, e incluso un grave contratiempo, no lo permiten. Es justamente ahí donde entra la llamada Ley de la Segunda Oportunidad, permitiendo a personas físicas, y aunque parezca algo insólito, cancelar o eliminar las deudas. Basada en labrar acuerdos entre el acreedor y el individuo afectado, siempre viene bien conocer más información sobre la Ley de la Segunda Oportunidad ante la complejidad de toda circunstancia.
Cuestión de mutuo acuerdo
Como es evidente, quienes contraen una deuda por el motivo que sea no lo hacen a placer. Se trata de una situación harto delicada y que, de no resolverse, puede incluso conllevar agravantes que dificulten todavía más, si cabe, la resolución de dicha deuda. Es por ese motivo que la Ley de la Segunda Oportunidad aparece en un abanico de posibilidades como una medida extrajudicial con la que aliviar su carga y permitir un desarrollo más cómodo del proceso. Tanto es así, que sus posibilidades implican tanto una redefinición de las cuotas y su plazo de pago como, para casos más extremos, la total eliminación de dichas deudas. Claro está, con consenso entre ambas partes.
En este segundo supuesto, el afectado por la deuda puede ampararse en el llamado Beneficio de la Exoneración del Pasivo Insatisfecho, o BEPI, con la que eliminar las deudas contraídas. Tomando un buen ejemplo, podríamos poner el caso de muchos emprendedores que cumplieron todos los requisitos para impulsar su negocio, pero que, con la llegada de la pandemia, tuvieron que cerrar sorpresivamente sin posibilidad de devolver los préstamos solicitados. De darse dicha situación, el emprendedor podría tratar de acercarse a su acreedor por la vía extrajudicial y, si se aconteciese la luz de la empatía, poder rediseñar el plan de pago o, como se ha mencionado, acogerse al BEPI.
Segunda oportunidad, pero bajo condiciones
A pesar del halo milagroso bajo el que se baña la Ley de la Segunda Oportunidad, cabe tener en cuenta que dicho proceso se rige bajo ciertos requisitos. Especialmente, para evitar falsedades y permitir la proliferación de la morosidad bajo el pretexto de una poco probable vulnerabilidad económica. Así como el total a deber no puede exceder los 5 millones de euros, es también un requisito declarar la carencia de patrimonio con el que resolver las deudas. Eso sí, siempre bajo el conocimiento de que las deudas recientes y con la Seguridad Social y Hacienda no se acogen a esta ley.
Asimismo, un requisito primordial es el acto de buena fe que impulsa recurrir a la Ley de la Segunda Oportunidad. Además, recogida en el artículo 7.1 del Código Civil. Esto quiere decir que debe establecerse en una total honestidad y honradez ante el acreedor, dado que éste debe también confiar y eliminar de toda sospecha una acción que, de hecho, podría no beneficiarle como solicita. En ese sentido, es también preciso mencionar que existe un plazo de 5 años para revisar el caso. Un período de tiempo que permitiría al acreedor retirar la ley por distintos motivos como, y entre otros, constatar la mala fe en el procedimiento.
Humanizando nuestras deudas
Si muchos de los países en todo el mundo han podido repensar o exonerar sus deudas con otros países valoradas en centenares de millones, ¿por qué no podría hacerlo una persona física por muchísima menos cantidad? La Ley de la Segunda Oportunidad aparece aquí como una solución correcta, de mutuo acuerdo, mediante la que poder humanizar mejor las necesidades de las personas.
Trabajando sobre el puente de la confianza del acreedor y la responsabilidad y certeza del afectado, la oportunidad de remodelar las deudas contraídas nos acerca algo más a la idea de empatía que requiere el ser humano. Siempre y cuando, por supuesto, se respeten todos los requisitos acordados y, de buena fe, y ya como consejo, el afectado reorganice sus actividades y expectativas de futuro. Porque todos, en cualquier momento, deberíamos tener derecho a una segunda oportunidad.