Ya en plena recta del fin del verano, es probable que muchos repasamos nuestras finanzas personales y el efecto que el estío ha tenido en ellas. Y, también es probable, que para muchos el resultado de repaso no sea excesivamente agradable. Y es que, el control de gastos es una de las grandes asignaturas pendientes de las finanzas personales.
Debemos empezar asegurando que el control de gastos dista mucho de la eliminación del consumo. Se suele asociar, cuando se habla de control de gastos, de una suerte de restricción absoluta del consumo. Puede que esto, en una economía personal o doméstica en mala situación, sea necesario. Pero generalmente, en una economía media, no es en absoluto necesario. Lo que sí es imprescindible es racionalizar el gasto.
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Por qué debes racionalizar el gasto
Que vivimos en un mundo hiper consumista no es una novedad. Pero, incluso teniendo la conciencia de que esto es así, es muy difícil sustraerse al gasto superfluo, o a los gastos emocionales, si no se ha racionalizado previamente el gasto dentro de un contexto, generalmente lo adecuado es un presupuesto.
Del mismo modo que no imaginamos una empresa en la que nadie controla el gasto, y este es libre y se produce cada vez que, por ejemplo, un gestor de compras decide comprar, no es posible imaginar que una economía doméstica funcione sin un control del gasto. Y, cuanto más exhaustivo mejor.
Aunque existen diferentes estudios, por ejemplo, se suele dar por sentado que, en unas finanzas personales que nunca han revisado el gasto, una buena revisión de gasto podría suponer un ahorro mensual incluso superior al 20%. Si calculamos esto de manera fría, nos damos cuenta que estamos, por ejemplo, ante nuestra capacidad de ahorro, o ante la posibilidad de cumplir objetivos económicos futuros. Por tanto, efectivamente, controlar tus gastos es vital.
Cómo se racionaliza el gasto
Aunque no existen varitas mágicas, si hay algunas claves que podemos tener en cuenta. Y la primera de ellas, fundamental, es que no deberías nunca encarar tus finanzas personales sin un presupuesto.
Los presupuestos son clave para entender mejor tu relación con el dinero, pero también, para controlar al máximo la relación entre tus ingresos y gastos. Y cuando se habla de presupuesto no se habla de “tener un presupuesto en la cabeza” sino de elaborar de manera meticulosa un presupuesto en el que se consignan gastos e ingresos, al detalle.
En ese presupuesto, a la hora de su elaboración, es vital un análisis profundo de todos los gastos. Aquí podríamos distinguir al menos tres categorías:
- Los gastos imprescindibles: vivienda, alimentación, transporte, etc.
- Los gastos de consumo: ocio, viajes, caprichos,
- Los gastos ocultos: estos son muy peligrosos, también se denominan gastos hormiga
La revisión de todos estos gastos nos va a llevar, con total probabilidad, a darnos cuenta que estamos gastando más de lo que realmente necesitamos. Por un lado, porque probablemente, no estamos optimizando al máximo nuestro gasto, por ejemplo, tal vez no tengamos el mejor contrato de electricidad, tal vez estemos gastando en exceso en una actividad que podría costar menos, tal vez podríamos utilizar más de transporte público. Pero también, por otro lado, porque nos va a permitir detectar gastos que, en el día a día nos parecen pequeños, pero que sumado pueden resultar muy elevados.