Muchos están preguntándose si los gastos incurridos por el gobierno griego durante 2004, cuando se celebraron las olimpiadas en Atenas, que superaron los 9,000 millones de euros, no ha sido una ampliación de la base de su crisis.
Si tomamos en cuenta que en Atenas no equilibran el presupuesto desde hace 40 años y que el Gobierno evitó por poco la quiebra en mayo, gracias al rescate a través del paquete creado por sus colegas europeos; no es nada raro que algunos empiecen a preguntarse si muchos factores de esta crisis no devienen de los gastos de los Juegos Olímpicos de Atenas en 2004.
¿Y de dónde surge esta “teoría”? Claramente hay una docena de sedes olímpicas desiertas, cercadas y patrulladas por guardias privados.
Los juegos costaron unos 9,000 millones de euros (11,000 millones de dólares si lo vemos hoy en día), lo cual fue el doble del presupuesto original. Asimismo, la cifra descarta a los gastos de infraestructura terminados a último momento y a un costo inflado. Con esto nos referimos a que durante los meses anteriores a los juegos, los trabajos de construcción se realizaban las 24 horas del día. Además, el costo de la seguridad superó los 1,000 millones de euros.
Después de Seis años, más de la mitad de las sedes olímpicas de Atenas están sin uso. Por ejemplo, un campo de béisbol, una pista de canotaje y arenas construidas para deportes de escaso público como el tenis de mesa, el hockey sobre césped y el yudo. Todo esto sin contar los casos de denuncias por sobornos, donde se incluye a una conocida empresa alemana, Siemens.
Desde el Comité Olímpico Internacional se considera «injusto» vincular la crisis de deuda con los juegos. Dado que Atenas sigue cosechando beneficios de la reforma de sus sistemas de transporte e infraestructura.
No obstante ello, y aunque parezca lógico, las instalaciones no utilizadas o subutilizadas son un problema, y los costos de mantenimiento y operación siguen pesando. ¿Qué estará pasando en Sudáfrica?