Las recientes declaraciones de un conocido economista norteamericano a The New York Times sobre la relación entre la guerra y la economía volvieron a abrir un debate tan antiguo como intenso y agrio sobre algo tan complejo como si las guerras son positivas o negativas para la economía.
Defiende Cowen, el mentado economista, que sí, que las grandes guerras, especialmente, son buenas para la economía, y de este modo viene a sumarse una corriente importante de conocidos economistas a la que en el caso de Estados Unidos se unen no pocos congresistas.
Este debate, que podría haber sido perfectamente cerrado en el caso de Estados Unidos con las cifras tras la guerra de Vietnam, no sólo no se cierra, sino que en lugar de atacar la raíz de la discusión, es decir los números, derivada en cientos de debates sociopolíticos que no hacen más que aumentar la bola y distanciar las posiciones.
En vez de basar nuestras visión inicial en este caso sobre la postura de Cowen, vamos a fijarnos en lo que decía en el año 2003 el Premio Nobel Joseph Stiglitz; aunque la guerra se relaciona generalmente con los posteriores buenos tiempos económicos, aún hoy se discute el efecto a medio plazo en la economía mundial de un conflicto tan catastrófico como la Segunda Guerra Mundial, pero, más aún, el desarrollo de las últimas décadas del siglo pasado, mucho más monitorizadas en datos en cuanto a efectos y resultados concretos, viene a demostrar que no sólo la guerra no es beneficiosa para la economía, sino que conflictos como el de Irak en la década de los 90 fueron realmente negativos en un proceso de desarrollo económico lanzado anteriormente (años 90, 91).
La justificación de los beneficios a partir de los aumentos del gasto militar no deja de ser un modelo antiguo de interpretación interesada, las sociedades pueden perfectamente emplear ese sobrecoste de dinero en cuestiones mucho más orientadas a la productividad económica del conjunto y de manera sostenible y no puntual; cuestiones tan básicas como la mejora de la educación, la mejora de los sistemas de transporte de comunicaciones, etc.
En el caso de Estados Unidos la liberación de recursos empleados en lo económico durante la llamada Guerra Fría supuso una inyección al conjunto de la economía que mejoró notablemente la productividad, aunque, no llegó a darse en la escala en la que podría haber sido determinante.
Resulta interesante también la postura de Mike Lofgren al respecto, ya que, efectivamente situa el debate donde tiene que estar, en el siglo XXI. Y es que, podemos llegar a asumir que el gasto militar en algún momento puede haber sido una fuente de empleo real, y por tanto puede haber significado un aumento de la productividad económica, sin embargo, la industria militar en la actualidad no tiene absolutamente nada que ver con la de mediados del siglo pasado, y no digamos ya nada con respecto a la industria que alimentó la Segunda Guerra Mundial. En este caso se trata de una industria que concentra el esfuerzo en el I+ D, con un reducido número de empleados y que se concentra en pocos grandes grupos por lo que su incidencia pública es desde luego escasa, otra cosa es el beneficio privado…
Durante la primera década del presente siglo la guerra de Irak y Afganistán contribuyeron a sumar millones al déficit estadounidense, de hecho esta década suponen la duplicación del aumento de los costes de defensa durante más tiempo sostenido desde la Segunda Guerra Mundial, si analizamos a la vez, la creación de puestos de trabajo vemos que el país durante esa década progresaba por debajo incluso de los peores momentos del pasado siglo, evidentemente no hay una relación directa entre sostener una guerra y obtener un beneficio global en forma de aumento de la productividad, no al menos para el conjunto del país.
imagen AlexVan
La «parábola de la ventana rota» es una falacia clásica: al final el efecto de la guerra es que desvía a gastos inútiles (primero la guerra y después la reconstrucción) un montón de recursos que podrían haberse empleado en cosas útiles (inversiones, obras públicas, educación, sanidad, etc); y eso sin contar todos los recursos humanos que se pierden para siempre en forma de bajas.
tl;dr La guerra sólo empobrece a los países afectados. Eso es un hecho incontestable.
¿Quién sostiene que la guerra es beneficiosa para todos?
Claro que no beneficia a toda la sociedad, sino sólo a la industria armamentística y de forma indirecta también a los fabricantes de componentes o empresas de servicios para este sector.
EEUU ya procedió a privatizar sus últimas guerras. Es sobradamente conocida la participación de empresas privadas de seguridad, tales como DynCorp, Global Security, Blackwater, Halliburton en la Guerra de Iraq. Empresas a las que estaban vinculados los sres. Dick Cheney y George Bush.
Mientras que los soldados dejan su sangre y vida en los campos de guerra y los contribuyentes corren con los gastos con el pago de sus impuestos, otros hacen caja.
Y efectivamente estamos hablando de dinero que se podría emplear para cosas mejores, p.ej. para construir hospitales, escuelas, universidades, mejorar el estado de la red vial, aumentar las prestaciones sociales etc.
El señor de la guerra
Título original
Lord of War
Año
2005
Duración
122 min.
País
Estados Unidos Estados Unidos
Director
Andrew Niccol
Guión
Andrew Niccol
Música
Antonio Pinto
Fotografía
Amir M. Mokri
Reparto
Nicolas Cage, Ethan Hawke, Bridget Moynahan, Jared Leto, Ian Holm, Eamonn Walker, Jean-Pierre Nshanian, Sammi Rotibi, Shake Tukhmanyan
Productora
Lions Gate Films
Género
Thriller. Acción. Drama | Sátira. Años 80
Sinopsis
Yuri Orlov, un traficante de armas ruso, recorre los países en guerra intentando eludir no sólo la persecución de un implacable agente de la Interpol, sino también la de sus rivales en el negocio e incluso la de alguno de sus clientes, todos ellos importantes dictadores. (FILMAFFINITY)
Premios
2005: National Board of Review: Premio mención especial