La palabra déficit está de moda y todos los países del mundo la utilizan, aunque nadie lo desea. Los Estados están con sus números en rojo y es difícil revertirlos, especialmente en este momento en el cual quieren cerrar los grifos pero al mismo tiempo, saben que necesitan ayudar a sus economías y a ciertas empresas.
El caso testigo es Estados Unidos, en donde su presidente Barack Obama sostuvo que pondrá el mismo esfuerzo en salvar del colapso de la economía como en ajustar el déficit que están sufriendo. Realmente, si puede hacer malabarismo con esos dos platos al mismo tiempo, es para felicitarlo.
Según calculó la Oficina de Presupuesto del Congreso de ese país, el déficit estimado para el año fiscal 2009 llegará a 1200 millones de dólares, un record en la historia estadounidense, y una brasa caliente que Obama debió coger tras la despedida de Bush.
El año fiscal 2008, que cerró en septiembre pasado, mostró una pérdida de 438.000 millones de dólares, pero a este año se le sumará el plan de estímulo del presidente que ronda los 790.000 millones.
En España, por caso, en 2008 el déficit de las Administraciones Públicas fue de 41.874 millones de euros, un 3,82% del PIB, y se estima que el de este año será de 5,8%, con un paro que rondaría el 16%.
Según el ministro de Economía Pedro Solbes, este déficit, el más alto desde 1996, se debe al mayor esfuerzo fiscal necesario para afrontar la crisis, sumados a la menor recaudación tributaria producto de la caída de la actividad en todos los rubros y a los gastos originados por el aumento del paro.
Carlos Ocaña, secretario de Estado de Hacienda y Presupuestos, declaró hace unos meses que no se descartan subidas en los Impuestos Especiales en los próximos dos años, aunque aclaró que no está en la agenda del Gobierno como una de las medidas para enfrentar la crisis y que llegado el caso no significaría un ajuste significativo.