La semana pasada el servicio de estudios de BBVA publicó el informe de situación de octubre. El cuadro que define viene a confirmar lo expuesto por otras instituciones y entidades, es decir, la desaceleración de la economía española se va haciendo más intensa, con un crecimiento estimado para 2008 que podría estar cerca de un 2,8%.
El informe aclara el hecho de que la desaceleración ha sido previa al inicio de la crisis de liquidez. La crisis subprime agudiza la bajada de confianza de los agentes, lo que tenderá a frenar su nivel de gasto. Para el BBVA la economía española goza de un sistema financiero eficiente, con un elevado nivel de provisiones, que actuará como soporte, lo que permite mantener unas previsiones elevadas a pesar del escenario nada alentador.
La evolución del empleo, según la entidad, no será desfavorable, incluso se hace una análisis detallado de la probabilidad de que los desocupados en el sector de la construcción sean absorbidos por otros sectores. El análisis apoya la idea de que no se producirá un deterioro en el empleo.
Al margen de los estudios, que con el rigor que se presupone, se van publicando, el sentimiento del empresariado lleva siendo negativo desde hace tiempo. La crisis de 2000 dio paso a un largo periodo de expansión de liquidez, que dio lugar a una espiral especulativa, un proceso bastante ‘de libro’. En el pasado estos procesos no han finalizado en aterrizajes suaves. Muchos han comprado viviendas a la espera de que suban un poco, sin escriturarlas, a ver si así se ganaban unos euros, otros se han quedado enganchados con la inmobiliaria cotizada de turno. Las burbujas suelen dar paso a ajustes difíciles y esta vez no tiene por qué ser diferente. La percepción de muchos economistas es que después de la reconversión industrial de los 80 España ha crecido, sí, ha incrementado su presencia en el extranjero, evidentemente. Sin embargo la brecha en producción y exportación de bienes y servicios de alto valor añadido es muy grande. El pilar de la economía española es el turismo, mientras que la construcción, con un importante poder multiplicador, ha arrastrado del resto de la economía. ¿Y ahora qué?, se preguntan muchos.
El Servicio de Estudios del BBVA, seguro que con el mejor criterio posible, y con el análisis más riguroso, llega a la conclusión de que la economía española tiene capacidad de absorber el desempleo que potencialmente pueda generarse en la construcción. Pero difícilmente el albañil parado va a ponerse a trabajar en una inmobiliaria, o a fabricar ladrillos, o material eléctrico, etc… y este es el origen de la desconfianza.
Si de verdad se quiere dar un impulso a la economía española conviene trazar un plan a largo plazo, sobre unas bases firmes y con elementos que, aunque conocidos, no son fáciles de gestionar. Un planteamiento serio, que nos aproxime a los países más pujantes de Europa es una de las grandes carencias de nuestros gestores. A la I+D se le podrá sumar otra i, quizás alguna otra letra más, pero solo son letras, planes, intenciones, palabras que no cuajan demasiado, salvo honrosas excepciones, y que terminan en el cementerio de los sueños rotos del Ministerio de Industria.