Los transportistas no son los únicos que pueden quejarse por la subida del precio del petróleo. Su efecto también se está dejando notar en los bolsillos del resto de los consumidores de forma directa e indirecta como principal causante del aumento del coste la vida. Los últimos datos de inflación presentados por el Instituto Nacional de Estadística (INE) el IPC experimentó un aumento de siete décimas en mayo hasta el 4,6% y registra su tasa más alta de los últimos 13 años tras el descenso de abril.
El mal dato del IPC sirve para comprobar como la realidad económica difiere de las previsiones y planes del Gobierno. Así, mayo suma el séptimo mes consecutivo con la inflación por encima del 4% cuando el objetivo oficial para todo el año está situado en el 2%. Lo peor es que no parece que la inflación haya alcanzado llegado a su límite y podría repuntar hasta el 4,8% en agosto según la Fundación de las Cajas de Ahorros (Funcas).
Desde el Gobierno indican que esta subida se debe principalmente al aumento del precio de los carburantes y los alimentos, que ciertamente han contribuido en buena medida al mal dato. De hecho, el transporte es el grupo que más ha influido en la subida del IPC con una tasa del 2,5% en mayo y una repercusión de 0,390. Este grupo acumula además una tasa anual del 8,4% más de medio punto porcentual por encima del mes anterior. También experimentaron fuertes repuntes el vestido y el calzado (1,3%) por la llegada de la nueva temporada.
Sin embargo, la mejor forma de ver la incidencia de la energía y los alimentos en el IPC es acudir al dato de la inflación subyacente, que no incluye los precios de los productos energéticos ni de los alimentos no elaborados y que se subió dos décimas en en mayo respecto a abril hasta el 3,3%.
Con datos de IPC como estos no es de extrañar que desde el Banco Central Europeo (BCE) se planteen incluso una subida de tipos de interés para hacer frente a una inflación que está totalmente desbocada.