No hace tantos años que la opción de cambiar de entidad bancaria realmente apenas se contemplaba. El usuario contrataba sus primeras cuentas bancarias en una entidad y habitualmente a lo largo de su vida no variaba dicha elección. El cambio de mentalidad, la apertura a una mayor cultura financiera, nos ha enseñado que efectivamente cambiar de banco es una opción abierta, pero, ¿cuándo realmente interesa hacer este cambio?
Realmente, como suele ocurrir, cuando se abre una opción los primeros compases tienden a ser un tanto exagerados; pongamos el ejemplo de las tarjetas de crédito, cuando este producto financiero comenzó a extenderse ampliamente en nuestro país, la contratación se disparó hasta tal punto que antes del inicio de la crisis el volumen de tarjetas medio por individuo era realmente exagerado.
Lo anterior se puede aplicar perfectamente al cambio de entidad financiera. Hemos pasado de una fidelidad casi de por vida a las entidades bancarias a un proceso en el que parece que cualquier motivo es válido para cambiar de entidad, y, aunque operativamente esto sea viable, no es desde luego muy recomendable desde el punto de vista de la utilidad y tacticamente tampoco lo es desde el punto de vista de la economía doméstica.
Realmente cambiar de entidad bancaria tienen que ser generado por una auténtica necesidad o un beneficio muy superior en el cambio de una entidad a otra. Estas justificaciones deben ampararse en el conjunto de los productos y no exclusivamente en uno; nos explicamos, el hecho de mejorar unas décimas el diferencial de una hipoteca puede justificar el cambio a través de la subrogación y el traslado del resto de productos, sin embargo, si esas décimas no se ven complementadas con el resto de productos es lo que ha costes se refiere, podemos encontrar la desagradable situación en la que el resto de productos encarece más que lo que esas dos décimas de ahorro nos da la hipoteca.
Por tanto la respuesta es realmente sencilla, o bien se trata de un problema estratégico (nos trasladamos a un lugar en el que no ahí sucursales de nuestra entidad, tenemos un problema grave con el trato y el funcionamiento de una entidad, etc.) o bien realmente vamos a obtener un beneficio medio lo suficientemente importante como para justificar este salto de una entidad a otra.