El grupo bancario holandés ING no ha salido inmune de esta crisis, y después de los rumores que salieron a la luz a finales de la pasada semana que sostenían que la entidad necesitaba de liquidez, parece que se han confirmado.
Ahora, el banco recibirá una inyección de capital estatal de 10.000 millones de euros para «fortalecer» su situación financiera por la cual el Estado holandés pasará a formar parte de la entidad sin derecho a voto pero con posibilidad de veto.
Según han explicado las autoridades, por esta operación de «salvataje», aunque ese término no gusta entre sus directivos, el Gobierno recibirá «seguridades» por valor de 10.000 millones de euros, las cuales «tienen las mismas características que las acciones». En caso de distribución de dividendos, la entidad tendrá que pagar un interés anual del 8,5% por la cantidad inyectada.
Además, el Estado aportará dos consejeros a la entidad financiera que tendrán derecho a veto en decisiones «fundamentales» que se refieran a inversiones que afecten a más del 25% del capital propio de la empresa.
Las palabras del presidente de ING, Michel Tilmant, parecen causar gracia, al mismo tiempo que preocupación. El directivo sostuvo que esta ayuda responde a «circunstancias excepcionales», y que la cantidad de 10.000 millones de euros es «suficientemente cómoda como para absorber las sacudidas del futuro», causadas por la crisis global.
Estas declaraciones tienen un toque de cinismo que asustan, porque hablan de solvencia, de refuerzos de capital. Señores, lo que está sucediendo es que las entidades piden auxilio porque no le cierran los números, sólo que lo disfrazan con palabras simpáticas para que nos comamos el bocadillo.
Y sino, el hombre más importante de ING ha complementado sus dichos con lo siguiente, «con esta inyección de capital la posición de competitividad de ING se ha visto reforzada».
¿Hasta cuando estos señores continuarán engañándonos con la complicidad de los funcionarios oficiales siguen amparando sus actividades?