Los mercados norteamericanos cayeron con fuerza el pasado viernes en un ambiente de preocupación por la marcha de la economía norteamericana. La morosidad está erosionando los resultados del sector financiero, pero también se apuntaron caídas valores energéticos e industriales. Los crecimientos de beneficio están siendo negativos, una circunstancia que no sucedía desde hacía tiempo. Parece que las acciones de los mercados norteamericanos ardían en las manos de los inversores mientras que subía la deuda soberana a corto plazo y se desplomaba el dólar, que cotiza próximo a los 1,4345 euros por dólar.
Por otra parte se espera una nueva caída de las ventas de viviendas en los Estados Unidos, con lo que la contracción de la demanda estaría cerca del 6% anual. La contracción del crédito no va a ayudar a que se recupere el mercado inmobiliario y, mientras, las empresas industriales más o menos relacionadas con la construcción acusan el golpe, como es el caso de Caterpillar. El dato de ventas de viviendas tampoco sentará bien en los mercados europeos si es peor de lo esperado.
Mientras tanto el crecimiento chino podría estar próximo a la estratosférica cifra de un 11% por tercer mes consecutivo. Ahí es donde está el foco de atención de los norteamericanos, con un fuerte déficit comercial a favor de China. A corto plazo hay varios factores en juego. La inflación en China es superior a lo previsto, lo que podría dar paso a una subida de tipos, el G-7 clama por un fortalecimiento del yuan y si la ralentización de la economía norteamericana se hace más persistente de lo previsto las exportaciones pueden bajar.
Una visión sintética de la situación lo que muestra es una serie de hechos familiares. En primer término a la Reserva Federal no la ha temblado el pulso para bajar los tipos de interés. En segundo término el dólar cae y no parece que el movimiento vaya a frenarse. Lo que parece, desgraciadamente, también conocido, es la actitud de las autoridades europeas que parece que, como en otras ocasiones, pueden ser las víctimas colaterales de las circunstancias, pero eso sí, ganándose a pulso el puesto de perdedor.