A nada que navegues por Internet te vas a encontrar una gran cantidad de propuestas, ideas, y métodos de ahorro supuestamente infalibles. Pero, ¿realmente funcionan los métodos de ahorro?
No estamos hablando, desde luego, de nada nuevo. Los métodos e ideas de ahorro vienen siendo fuente recurrente de literatura financiera básica desde hace décadas, nos atreveríamos a decir, desde hace siglos.
Desde métodos muy básicos como el de los sobres, hasta métodos más complejos basados en formas de vida como el minimalismo o la frugalidad, son cientos las posibilidades que se nos abren. Y, realmente, todos puede llegar a funcionar, porque todos se basan en la única verdad que existe de manera constante en el ahorro: el hábito de ahorrar y el control del gasto.
El hábito de ahorrar
No existe un solo método de ahorro que no conlleve el hábito de ahorrar. El hábito de ahorrar es la base sobre la que es posible construir cualquier modelo de ahorro. De hecho, los hábitos son los que modifican las conductas en buena medida. Cuando se habla de mejorar en finados aspectos, por ejemplo, en la práctica deportiva, alcanzar el hábito de practicar deporte es una de las bases para lograrlo.
El ahorro es exactamente igual. Alguien que no adquiere la costumbre de ahorrar, por muy buen sistema o método de ahorro que utilice, no logrará conseguir sus objetivos, o, en todo caso, lo hará de manera muy intermitente y poco eficaz. Por tanto, la primera clave para todos, absolutamente todos, los métodos de ahorro es el hábito, acostumbrarse ahorrar de manera sistemática.
El control del gasto
Esta es la segunda clave fundamental a tener en cuenta. Aunque se instale el hábito del ahorro en nuestras costumbres financieras, si no tenemos control de gasto será muy difícil lograr los objetivos. El control del gasto básico es tan simple como gastar menos de lo que se ingresa. Sin embargo, va mucho más allá realmente.
Cuando se habla de control de gasto se habla en primer lugar de optimizar la relación entre gastos e ingresos, y para ello, reducir los gastos de manera razonable. Esto suele traer consigo la necesidad de un análisis profundo del conjunto de los gastos de la familia. Este análisis hace que se deban revisar cuestiones como vivienda, seguros, recibos, suministros, ocio, etc.
La siguiente fase el control de gasto es adjudicar cantidades de dinero razonables a cada área de gasto, y dentro de cada área de gasto a cada apartado concreto. Por ejemplo, cuánto se destina a alimentación, cuánto se destina a ocio, etc. Esto, cuando se hace de manera adecuada, suelen devenir en la creación de un presupuesto que es el documento director de cualquier economía doméstica que desea mejorar y lograr el ahorro.
Como hemos visto, realmente da igual el método que elijas. Todo se va a basar siempre en que mantengas una buena relación entre tus ingresos y gastos, un buen control y distribución de los recursos para gastar lo menos posible, y en mantener sistemáticamente el hábito del ahorro activo, logrando de este modo todos los meses apartar dinero para ahorrar.