El mercado de las telecomunicaciones se reajusta, esto no nos coge de sorpresa, siguiendo la tendencia del resto de Europa la concentración de operadoras por país está abocada a su reducción y, técnicamente, eso es lo que está ocurriendo. Otra cuestión es que en medio de una feroz guerra de tarifas bajas de telefonía y adsl, que se vuelve más cruenta según pasan los meses, operaciones como la oferta de Orange por la compra de Jazztel, no nos acabe dejando claro a quien beneficia.
Esta operación realmente transforma el mapa de las técnicos en nuestro país. De entrada de los cinco grandes operadores que venían ofreciendo sus servicios nos quedaremos con tres. Y esto teniendo en cuenta que uno de ellos seguirá siendo el dominante de mercado, Movistar, con sus casi 17 millones de líneas y una cuota de mercado equivalente prácticamente del 33.5%.
Esta es una tendencia que según muchos era inevitable, después de la liberación de las telecomunicaciones en nuestro país y el proceso de expansión de operadoras la propia ley de competencia y mercado, muy dura en este segmento, ha servido para ir eliminando oferta, concentrando servicios y al final reajustando el panorama teleco a su mínima expresión según parece.
Ya de entrada desde el punto de vista del usuario tenemos que tener claro que salimos perdiendo. La explicación es tan evidente como que la reducción de la oferta necesariamente significa una reducción en las posibilidades de elección y competencia, y por tanto, a menor volumen de ofertas menor posibilidad de reducción de precios. Esto no significa que las líneas antiguas vayan a perder o modificar en mucho sus condiciones, parece que al menos a medio plazo esto no va a ocurrir, aunque puede que a largo plazo se modifiquen los productos y por tanto las condiciones, fundamentalmente en las empresas vendedoras, pero, si establece a corto o medio plazo probablemente la política de ofertas muy diferente a la que conocemos en la actualidad y desde luego menos agresiva penetración a la oferta de precios.
Determinado el usuario como principal perjudicado en estas operaciones de compra-venta, parece que los principales beneficiados son los accionistas de las compañías compradoras, ya que apuntan a mejorar sus márgenes del negocio, y, en segundo lugar, los accionistas de las compañías vendedoras que se han desprendido a buen precio de un futuro de competencia dura con las tres principales operadoras (Movistar, Vodafone y Orange).
La intranquilidad
Al concretarse esta operación, que deja pendiente y abierta a la operación con Yoigo pero apuntando a un cierre bastante cercano, se cerraría inicialmente el proceso de reducción y la situación de las operadoras. En el caso de Movistar, con su posición de dominio del mercado no hay en principio mucho que decir, sin embargo tanto Vodafone como Orange van a tener cierta necesidad de comenzar a rentabilizar las inversiones, esto puede llegar por un lado vía reestructuración de las operadoras, lo cual significará con mucha probabilidad reajuste de plantilla y despidos pero, por otro lado, también a partir de apretar las nuevas tarifas al alza, algo que podría no estar tan lejos.
Así las cosas es lógico pensar que Orange espera un cambio en el panorama, que le permita reducir de forma significativa el tiempo necesario para obtener el retorno de la inversión e incluso una remuneración «aceptable». Y no todo va a llegar por la economía de escala propia de cualquier fusión -se ahorran costes al eliminar duplicidades, proceso que también deja damnificados en los trabajadores que pierden su empleo-, sino que el aumento de tarifas puede contribuir de forma decisiva a esa mejora de resultados.