Uno de los factores más importantes para estar contentos con nuestro trabajo es «el jefe». Sin duda, su forma de ser puede influirnos tanto positiva como negativamente en la empresa, y se nota mucho la diferencia entre un buen jefe y uno malo. Tener un mal jefe, es fatal para el empleado, pudiendo llegar incluso a extremos como la baja o la depresión. No todo el mundo puede ocupar puestos en los que tenga que mandar o tenga influencia sobre otros. Además, esta actitud no llega solo a algunos empleados, ya que puede llegar a afectar a la empresa en conjunto.
Cada uno puede definir un mal jefe según diferentes criterios, aunque hay que ser consecuente ya que sí hemos hecho algo mal, o no hemos llegado a los objetivos marcados, es lógico que nos den un toque de atención. Un mal jefe es aquel que crea un mal ambiente con sus subordinados, aquel que exige y no pide, y así muchas cosas más. Pero, como para todo, se pueden establecer unas características comunes, que suelen tener los jefes de todos los sectores. Estas son algunas de ellas:
Control
Necesitan tener controlado cada movimiento, y se molestan cuando las decisiones no pasan por sus manos. Siempre tienen que tener la última palabra y los empleados deben hacer lo que se ha dicho al pie de la letra.
Indecisión
Los malos jefes, de forma general, tienen dificultades para decidirse por un camino u otro, así los que son buenos jefes son mucho más dinámicos, y tienen una mayor capacidad resolutiva.
Siempre tienen razón
Este tipo de jefes, siempre tienen que tener la razón, e inventarán mil excusas antes de dársela al empleado. Lo más normal es que acepten la otra idea contraria a la suya, pero siempre aclarando que su idea también era correcta. Nunca dan su brazo a torcer, y les molesta que los empleados vayan más allá y encuentre fallos en su trabajo.
Miedo al cambio
Como norma general, los malos jefes no aceptan los cambios. Todo está bien como está y no hay necesidad de cambiar nada, a pesar de una posible mejora.
Favoritismos
Los malos jefes, suelen tener favoritismos por algún empleado, generalmente los conocidos como «pelotas» , y esto suele desmoralizar a los demás, ya que lo más probable es que su actitud sea mejor ante este empleado, y peor frente al resto.
Además de estos, se pueden añadir la arrogancia, falta de emociones o un continuo mal humor a lo largo del día. Sin duda estas cualidades no benefician en absoluto a los empleados y por supuesto a la empresa en conjunto. Las buenas relaciones con los empleados son esenciales para el buen funcionamiento de la empresa, ya que el trabajo será mucho más satisfactorio.
Infografía: alltopstartups