Confirmado, tras asistir al anuncio del cambio de gobierno realizado por Zapatero para sustituir la marcha de Rubalcaba podemos estar seguros de que, salvo hecatombe financiera de aquí a septiembre, las elecciones generales se celebrarán en noviembre.
Y es que no hay otra explicación para que Zapatero haya decidido otorgar el cargo de portavoz del Gobierno a José Blanco, Ministro de Fomento. Está claro que la amistad que les une y el largo recorrido que han realizado juntos desde sus inicios ha marcado esta decisión. Zapatero quería a alguien de confianza para finalizar su Presidencia, y con Blanco lo ha conseguido.
De la misma forma se puede entender el ascenso de Camacho al Ministerio de Interior. Durante los ocho años de gobierno socialista ha sido Secretario de Estado, el número dos de la cartera, y está claro que se merecía ese ascenso, pero carece del peso político que podían haber tenido otras opciones.
En definitiva, Zapatero ha querido salir del paso sabiendo que ya sólo le queda un mes real al cargo del Gobierno antes de tener que anunciar las elecciones generales. En agosto todo el mundo estará de vacaciones y tras el primer Consejo de Ministros después del verano todo apunta a que se disolverán las cámaras.
De esta manera, Rubalcaba conseguirá aprovechar los buenos datos económicos, sobre todo en términos de empleo, que siempre deja el verano con lo que podrá justificar su programa político sobre los hechos reales del Gobierno.
Ahora bien, todo dependerá de los mercados financieros, y tras la debacle que estamos sufriendo como consecuencia de la crisis italiana y el posterior contagio a los países cercanos, se podría dar la circunstancia de que Zapatero tuviera que aguantar el Gobierno hasta marzo.
Si algo nos está demostrando esta crisis es que no se puede pensar ni en el medio ni en el largo plazo, sólo existe el corto.