De visitas por Madrid, el ministro de Finanzas de India, Palaniappan Chidambaram ha encendido la mecha de una discusión que traerá más divisiones de las que actualmente genera.
El funcionario indio calificó de «crimen contra la humanidad» el empeño de los países industrializados de Occidente en producir y subvencionar el biocombustible, algo, que según él es «inaceptable» cuando hay naciones, como India, con más de 1.000 millones de habitantes, y cuyo gasto en alimentos supone, de media, el 60% del presupuesto de las familias.
Paradójicamente, Chidambaram sostiene que India está «muy preocupado» por el cambio climático, pero que se consideran en el «legítimo derecho» a consumir más energía, ya que son uno de los países con el menor consumo eléctrico per cápita del mundo.
En relación a este asunto, el gobierno está decidido a modificar su sistema de generación de energía, para pasar de producir un 3% de energía de base nuclear a más del 10% en pocos años y adelantó que existen negociaciones con Francia, EEUU y la Agencia Internacional de la Energía.
Lo interesante de la cuestión es el dilema que debe debatir el mundo sobre dos aristas de un mismo acertijo, como combatir el hambre y la desigualdad entre el primer mundo y el resto de la humanidad, y de que manera los países deben continuar produciendo sin destruir el planeta.
Hoy, hambre y contaminación ambiental están directamente vinculados. No parece ético destinar millones de toneladas de alimentos para que funcionen maquinas, si ese vil producto sirve para alimentar a otros tantos millones desesperados.
Sin embargo, las actuales fuentes de energía (principalmente el petróleo), sumamente contaminantes están llegando a su fin, y quienes detentan el poder, están sumamente ligados a este negocio.
El futuro sin dudas está en las diversas energías renovables que la naturaleza nos brinda y paralelamente los Estados deben fijar políticas claras y eficaces para detener la hambruna en el planeta.
La redistribución de las riquezas y verdaderas soluciones políticas y económicas son materias pendientes que deberán implementarse a corto plazo, para que millones de personas no queden fuera del sistema.